¡Buongiorno chicos!
Nos despertamos en miércoles ya, a tope de power y directo a un examen. Pero no quiero entrar en la Uni sin contaros algo que me pasó el otro día en el tren y que me hizo pensar sobre ciertas cosas...
Y es que últimamente vamos todos tan estresados y con la mirada tan fija en nuestras agendas y nuestros quehaceres, que nos hemos olvidado de mirar lo que nos rodea y a quienes nos rodean. Nos hemos olvidado hasta de ligar... ¿Cómo se hacía? En mi caso y el de una amiga de la facultad, tenemos tan poco tiempo para invertirlo en hacer vida que, muy a nuestro pesar, hemos tenido que recurrir a internet para conocer a gente nueva, a ser posible interesante y que con suerte no esté chotada. Y la verdad, no es que de muy buenos resultados... Pero la cosa es que recurriendo a ésto estamos alterando el orden natural de las cosas. Estamos modificando el proceso de conocer a alguien, que se crucen las miradas, empezar una conversación, pedir el teléfono... Esas cosas tan súper chulis que pasan en las pelis y a nosotros no, y con razón.
Pues resulta que el otro día volvía a casa y, en la estación de tren, un chico pasó y se me quedó mirando. No le di importancia, éstas cosas pasan, pero no dejaba de hacerlo. Me miraba y me miraba. Me buscaba la mirada para que se nos cruzasen, y a mi ésto me pone muy nervioso... Nos subimos al tren y se sentó en un lugar en el que fuésemos visibles el uno para el otro y siguió con el juego del mirar. Yo ya no sabía donde meterme, así que saqué el Iphone y me distraje CandyCrushmente... ¡Y el colega, con sus dos cojones bien puestos, se levanta y se sienta a mi lado! ¡¡Ole tú!! ¡¡Así sí!! Así es como se hacen las cosas, al natural, cara a cara, con agallas y poca vergüenza. Bueno, vergüenza debió tener, porque al final se bajó del tren en mi misma parada y no me dijo nada... Era un chaval de lo más normal: jovencito, pelo claro, ojos monos... Pero de estos que no te llaman la atención, a no ser que actúen como éste lo hizo. ¡¡Pero te rajaste!! Si lo empiezas.. ¡ACÁBALO! Si hubiese tenido los mismos cojones que tuvo para acercarse y me hubiese saludado, o preguntado el nombre o cualquier estupidez, ahora tendría mi número y habríamos hecho un café o una birra... Pero el ser humano se quedó en medio-valiente.
Lo que quiero decir con esta anécdota es que, por favor, levantemos la cabeza de nuestros móviles, quitémonos los cascos y observemos un poco más lo que pasa a nuestro alrededor. Si queremos encontrar a esta persona de la que hablábamos el otro día, con la que compartamos atracción física y mental, no podemos encerrarnos en nuestro mundo o recurrir a las nuevas redes... ¡Hay que ligar a la antigua, joder!
¡Qué paséis un buen día chicos!
Loló :)
No hay comentarios:
Publicar un comentario