domingo, 25 de noviembre de 2012

Una noche de tantas

¡Buenos días!

Acabamos la semana con un finde cargadito de emociones, y es de emociones, precisamente, de lo que hoy os quiero hablar.

Este fin de semana he vivido de cerca una situación que me ha impactado bastante y que me ha hecho pensar mucho sobre lo bueno y lo malo que la capacidad de sentir conlleva. Salí de fiesta con unos amigos de la uni. Íbamos dispuestísimos a darlo todo en una gran noche, para alejarnos por unas horas del estresante mundo de los estudios, y así fue. Una noche que, a pesar de lo que ahora os contaré, catalogaría sin duda como 'noche 10', y de la que espero recibir una llamada...

Bien, acababa la noche y nos echaban del local cuando a una de las chicas que me acompañaba, lo más fiestero que este mundo ha parido, comenzó a recordar tiempos pasados. Hablo de una relación que esta chica tuvo, larga e intensa como pocas, pero que se vio amenazada por la incompatibilidad de la madurez. Solían salir por allí cuando estuvieron juntos y, de repente, sus sentimientos la traicionaron. Veía como esta chica se retorcía encogida en el suelo. No paraba de gritar y sollozar mientras se sujetaba la tripa con todas sus fuerzas intentando encontrar un punto que, al apretarlo, hiciera parar el dolor. Y es que sus sentimientos estaban, literalmente, apuñalándola y provocándole un dolor inhumano.

¿Es cierto que el dolor emocional puede causar, o causa, más daño que el dolor físico? Incluso, ¿pueden, los sentimientos, provocar dolor real?

Yo he comprobado que si. La expresión de los ojos de mi amiga y sus gritos eran dignos de un apuñalamiento contínuo a la altura del abdomen. Puede sonar un poco a Crepúsculo dicho así, pero haber visto esto me ha hecho creíble y un poco más real la escena de la saga. Y es que hay estudios que demuestran que el dolor causado por los sentimientos puede superar al daño físico que nos podría provocar el hambre, la deshidratación o una gran paliza. Esta clase de dolor, para el que no hay explicación médica, se conoce como trastornos somatomorfos, y sucede cuando el cerebro de alguien, tras un momento de gran estrés,  no puede soportar ciertas cosas y las transforma inconscientemente en un agudo y REAL dolor físico.

Observo este caso como un momento puntual en el que el alcohol tubo algo que ver, pero es cierto que hay personas a las que este dolor puede durarle meses. En estos casos se las trata con terapias, masajes y puede que antidepresivos, ya que todo el dolor lo causa nuestro cerebro.

Al final, la noche acabó bien. Con más o menos agujetas, algo de rimel corrido en ciertas mejillas y un esguince en el tobillo de cierto personaje del que, muy a mi pesar, ¡me tengo que reír! Pero además de estas anécdotas, de esta noche saco una conclusión: los buenos momentos pueden provocar otros de malos, pero, sin conocer lo malo, no seríamos capaces de disfrutar de la plenitud de ser feliz, ¿no es cierto? Yo soy partidario de pasar malas épocas, pues éstas son las que nos traerán buenas y nos las harán apreciar. Pues la vida, sin altibajos, ¿qué chiste tiene?




¡Gracias a todos por leernos!

Loló :)







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