Hoy me apetece contaros la que fue la noche más espectacular e impresionante de mi vida... Todo fue un día de verano que quedé con mi gran amiga Blair para una noche tranquilita, así mano a mano... Pues resultó que después de que su hermano se fuera a dormir nos entraron las ganas de salir. Rápido y corriendo nos vestimos de lo mas monas y nos vino una iluminación. A partir de aquí todo fue más que rodado...
Primer golpe de suerte: en una de las discotecas más populares de la ciudad, Opium, que quedaba a solo 10 min andando de casa de Blair, trabajaba un conocido nuestro... Fue cuestión de una llamada para poder entrar gratis y sin miramientos (la entrada vale al menos 20 euros y es a partir de 21 años, yo aun tenía que cumplir los 18...)
Segundo golpe de suerte: entramos a la discoteca y fuimos directas a pedir una copa (la única que pagamos...) Como aun íbamos serenas, bailar las dos ahí solas no tenia mucha gracia, así que decidimos ir a la terraza. Pero cuando estábamos apunto de salir, un portero nos dijo que la terraza solo era VIP. Nosotras nos quedamos con cara de tontas y al chico, que seguramente le dimos pena, nos dijo que por ser nosotras dos nos dejaba pasar... Así que ahí estábamos, rodeadas de la jet-set, estiradas en unos sillones blancos de lo mas lujosos, tomándonos nuestra copa bajo las estrellas.
Tercer golpe de suerte: cuando nos acabamos la consumición, fuimos dentro para pedir otra y nuestra sorpresa fue cuando el camarero de la barra nos dijo que ya estaban pagadas. Nosotras flipando mucho preguntamos el porqué y nos señaló la sala VIP donde nos saludaba a lo lejos el portero que antes nos había dejado entrar a la terraza... ¡De puta madre, copas de 12 euros cada una, gratis por la cara!
Cuarto golpe de suerte: alucinadas nos acercamos a la sala VIP para darle las gracias. Pero en vez de salir él para hablar con nosotras, nos invitó a pasar dentro. Nos preparó una mesa y nos trajo un par de chupitos, obviamente sin pagar ni un céntimo. Solo por vuestra información, el VIP de Opium sube a unos 200 euros la mesa... ¡Alucinante!
Quinto golpe de suerte: sin creérnoslo aun, empezamos a notar los efectos del alcohol... A eso que estábamos bailando en el VIP de la famosa discoteca y vimos que en la mesa de al lado habían unos chinos comiendo fruta con chocolate desecho... Con todo el morro Blair y yo les pedimos si nos dejaban probar unas fresas y los chinos más majos que todas las cosas, ¡nos pidieron un plato de fruta tropical para nosotras!
Sexto golpe de suerte: ya con las confis, les preguntamos si nos daban una copa de caba y ellos nos contestaron que podíamos pedir lo que fuera, que ellos nos invitaban... Así que acabamos comiendo frutas tropicales con chocolate, brindando con Moët Chandon y tajándola con Absolut Vodka en el VIP de Opium con unos chinos millonarios.
Pero ahí no acaba la cosa... Cuando nos decidimos irnos a casa, más borrachas que una cuba, nos entró otra iluminación divina...
Séptimo golpe de suerte: volviendo pasamos por delante del hotel Arts (cinco estrellas gran lujo...) No pudimos resistirnos el probar entrar. Nos pusimos como dos palurdas a hablar ingles a lo natural y entramos como si nada al hall saludando al portero con un "good night" de lo más fino... ¡Zasca, estábamos dentro!
Octavo golpe de suerte: nos metimos en el ascensor como dos histéricas gritando y saltando, de golpe nos dimos cuenta que desde el ascensor de cristal se veía una fiesta en las terrazas de la parte baja del hotel. ¿Cómo podíamos tener más suerte? ¡¡Nos colamos en el hotel Arts y encima nos encontramos una fiesta privada ahí!!
Noveno golpe de suerte: pues sí, era una fiesta, pero no una fiesta cualquiera... ¡¡Era una boda!! ¡¡¡¡Con barra libre!!!! Sí, sí, sí... No os culpo si no me creéis, pero todo lo que cuento es cierto. Incluso bailamos pasando por debajo del palo de una escoba compitiendo con la novia y el novio... Muy heavy.
Décimo golpe de suerte: ya hartas de mojitos gratis y de congas, nos propusimos ir a investigar el hotel cual Ángeles de Charlie... Nos fuimos a los lavabos y firmamos con pintalabios los cristales, robamos toallas de las manos grabadas con las iniciales del hotel, subimos a las plantas más altas para ver las grandes vistas de la ciudad, robamos revistas del hall, bebimos agua con limonada de la recepción (así sin motivo alguno...), visitamos las tiendas de lujo que habían en el interior... Y finalmente, alguien nos vio. Un empleado del hotel nos vio hacer cosas raras y nos preguntó por la habitación... Pues fuimos más listas que el hambre y dijimos... ¡Pues que éramos de la boda! Y santas pascuas, venga hasta otra...
Así que acabamos en unas hamacas gigantes de la piscina, tumbadas entre cojines enormes, más tajas que nada en este mundo, mirando al cielo e intentando asimilar todo lo que nos había pasado esa noche, así porque sí, sin quererlo ni pensarlo, pim pam... La mejor noche de mi vida.
Regalos del destino, supongo.
Lulú ;)
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